Esencialmente, un embrague funciona por medio de la palanca o palanca de cambios. Se presiona el embrague con el pie, lo que acciona el volante de inercia. Éste actúa sobre el plato de presión, desembragando el disco de embrague e impidiendo que gire el árbol de transmisión. A continuación, el disco se desacopla y vuelve a acoplarse en la marcha que hayas seleccionado.
Hidráulico
Un embrague hidráulico funciona según el mismo principio básico, pero se diferencia de su homólogo mecánico en que tiene menos componentes. Este tipo de embrague tiene un depósito que contiene líquido hidráulico y, al pisar el pedal de embrague, el líquido se presuriza. Actúa sobre el disco de embrague para desembragar la marcha en la que te encuentras y engranar la nueva.
Mantenimiento
Es importante asegurarse de que el líquido de embrague es siempre el adecuado. En la mayoría de los vehículos, esto no es un problema. Se trata de un sistema cerrado, por lo que normalmente el líquido debería durar toda la vida útil del vehículo y no es necesario cambiarlo nunca. La excepción a esto, por supuesto, es si estás acostumbrado a conducir un vehículo muy viejo. En ese caso, el desgaste puede provocar fugas y tendrás que rellenar el líquido. No tienes que preocuparte por comprar algo sofisticado: el líquido de frenos de toda la vida es suficiente.
Problemas
El sistema de cambio de marchas es, por supuesto, vital para el funcionamiento de tu coche. El embrague hidráulico es el encargado de realizar los cambios de marcha y, si no funciona, conducirás con una sola marcha, aunque no por mucho tiempo. Tendrás que llevarlo al mecánico para que lo revise.
Para evitar cualquier problema con el embrague hidráulico, lo mejor es evitar la práctica conocida como «montar el embrague». Esto significa simplemente que has adquirido el hábito de tener constantemente el pie en el pedal del embrague. Es una forma de regular la velocidad. Para eso están los frenos. Si se cuida correctamente, el embrague hidráulico durará mucho tiempo.